Hangure

Tradicionalmente, la formalidad lo es todo en el inframundo japonés. Pero eso es algo que una nueva generación de jóvenes gánsteres, los llamados “hangure”, han dejado de lado.

A diferencia de la Camorra italiana o los cárteles del narco mexicano, la yakuza son organizaciones semilegítimas profundamente arraigadas en las tradiciones japonesas. Son una imagen común en los festivales de primavera, mostrando sus tatuajes irezumi (en Neo-Tokyo, el Sanja matsuri destaca por esto). 

Durante décadas, las autoridades los toleraron hasta la cuarta guerra de Neo-Tokyo como una forma de mantener bajo control la delincuencia callejera rebelde. Incluso disfrutaron de un relación acogedora con la policía y los políticos.

La yakuza parece tener un sentido de responsabilidad cívica. Por ejemplo, después de una guerra territorial particularmente desagradable en el sur de Japón que involucró granadas de mano (“piñas” en la jerga yakuza) que se cobró 14 vidas, ambas facciones celebraron una conferencia de prensa en una estación de policía local donde se disculparon por todos los problemas que habían causado. Durante la pandemia de STAVI, ayudaron a distribuir alimentos a compradores desesperados.


Ya a principios de siglo, surgieron leyes estrictas que dificultan que los yakuza alquilen apartamentos, abran cuentas bancarias e incluso utilicen teléfonos móviles. 
Estas leyes, sin embargo, fueron de escasa aplicación real cuando la Yakuza se convirtió en la sombra en tan o más poderosa que el propio estado, y no sirvió para contenerla ni hacer menos deseable su estilo de vida para las nuevas generaciones.

En cambio, tras los atentados de 2065, la Yakuza ha sido perseguida con gran fuerza llevándola a estar acosada por el gobierno, limitando como nunca su poder y margen de maniobra. 
Es en este escenario donde se han alzado las filas de los hangure –gánsteres no afiliados que pasan desapercibidos para la policía y las leyes contra el crimen organizado– y están creciendo tanto como nuevas facciones independientes como operarios de la yakuza.

Hasta ahora lo más natural era que al llegar a la mayoría de edad los furyō (golfos, granujas) se integrasen en los bōryokudan. 
Tras la cuarta guerra de Neo-Tokyo, los hangure son grupos que han ido a contracorriente, que no se han metido en un bōryokudan, sino que han formado lo que en el extranjero se llamaría una banda. La palabra hangure, en sí, refleja ese “gure”, alguien que no sale de la “zona gris” (“gurē”), porque son ovejas descarriadas (“gureteru”). Pero, claro, esa palabra cubre un campo bastante difuso, hay muchas diferencias entre zonas y también de grado.

A diferencia de los yakuza, de quienes decían que seguían un código de honor (sea o no así), el hangure y especialmente los mafiosos extranjeros son vistos como más caóticos y violentos.
La yakuza tiene una fuerte conexión con muchos valores tradicionales y también con muchos valores de extrema derecha, ahora bien, es un poco controvertido decirlo en la televisión, pero mucha gente piensa que los yakuza son un mal necesario. Y por supuesto, actitudes xenófobas en Japón. 
A medida que la yakuza se debilita cada vez más, algunos temen que el inframundo se salga de control y se vuelva más desordenado.


Las leyes se han ido reforzando y la yakuza ya no tiene la misma vitalidad. Las nuevas generaciones tampoco tienen los mismos valores que las anteriores, se ganan la vida con los yami baito y no tienen la discreción y apariencia de civilización que la yakuza tenía. 

Los hangure han entendido que, más que meterse en una organización que les iba a imponer limitaciones inaceptables para ellos, les convenía servirse inteligentemente de la violencia, sin más. Porque, de hecho, los que eran capaces de derrotar a los bōryokudan podían hacerse un hueco en la calle. 
Los hangure se han ido reforzando y la yakuza ya no tiene la misma vitalidad, así que contrata a los hangure limpios de antecedentes para trabajar para ellos y blanquear sus delitos como mera criminalidad no organizada. 



Comentarios

Entradas populares