La economía es un juego

La mejor lección sobre finanzas que puedes recibir —y, también, la más divertida— no la encontrarás en ningún sesudo texto académico sino en la historia de un videojuego que se convirtió en un laboratorio donde experimentar la teoría económica.

El régimen chavista se endeudó para financiar una serie de medidas populistas con las que ganar el favor de la población. Desgraciadamente, en 2014, la caída del precio del petróleo —su principal fuente de ingresos— llevó a la bancarrota a la frágil economía de Venezuela.

Los subsidios estatales desaparecieron y, para poder hacer frente a sus deudas con menos ingresos de divisas, el Gobierno empezó a imprimir billetes sin control, lo que provocó una hiperinflación que hizo que los ahorros de la población perdieran todo su valor, sumergiéndola repentinamente en la pobreza.

El pueblo venezolano no tuvo más remedio que buscar cualquier artimaña para poder sobrevivir. Incluyendo jugar innumerables horas en videojuegos online para obtener monedas y objetos virtuales que vender a otros jugadores a cambio de dinero real. Esos modestos ingresos suponían la diferencia entre tener o no un plato de comida en la mesa en un país donde el salario medio no llegaba a los 5 dólares.

Evidentemente, los venezolanos no podían permitirse los 15 dólares mensuales que costaba la suscripción al World of Warcraft y mucho menos comprar un ordenador que pudiera ejecutar el juego, pero eso no les frenó.

RuneScape era un juego gratuito y muy ligero. Tanto que podía ejecutarse en las «Canaimas», más de 5 millones de portátiles básicos que la Administración venezolana había distribuido gratuitamente a estudiantes de todo el país, para democratizar el acceso a las tecnologías de la información.


Pronto se corrió la voz de que en la región de las cuevas de RuneScape se podía conseguir oro de forma sencilla para luego revenderlo. Por un millón de «monedas de oro» te pagaban 1 dólar real. Los venezolanos empezaron a entrar en masa al juego, hasta
llegar a ser el 70% de los jugadores.

Los anglosajones que formaban la base de jugadores original de RuneScape acabaron descubriendo el fenómeno y empezaron a aparecer en Reddit artículos sobre «cómo reconocer venezolanos». Si les atacabas, era bastante probable que estuvieran cargados de oro y pudieras matarlos fácilmente, porque no tenían experiencia luchando. Solo se dedicaban a minar.

Pronto se forman clanes de jugadores que se unían para «ir a cazar venezolanos», pero también mafias que los protegían a cambio del 50 % del oro que extrajeran.

Explotando las cuevas de forma óptima, en cada servidor podían obtenerse hasta 20 millones de monedas de oro a la hora. Bajo la protección de las mafias, los venezolanos se organizan en turnos que minan las 24 horas sin parar y extraen 480 millones de monedas al día. Potencialmente, 480 dólares al día. Por aquel entonces, el equivalente a más de 7 años de salario en Venezuela.

Y, en ese momento… todo saltó por los aires.

En 2019, la obsoleta red eléctrica de Venezuela se vino abajo provocando apagones que, en algunos estados, se prolongaron hasta siete días.

En la vida real, causaron al menos 43 muertes y una feroz represión contra cualquiera que pudiera vincularlos con la corrupción de la Administración chavista.

En RuneScape, los apagones impidieron que los jugadores venezolanos pudieran conectarse, lo que colapsó su sistema económico que ahora dependía del suministro constante de oro.

La cotización del millón de monedas cayó hasta los 63 centavos y «Reign of Terror» —uno de los clanes más poderosos— se propuso recuperar su valor acabando con los venezolanos. Durante los siguientes 9 meses, se dedicaron a buscarlos y exterminarlos sistemáticamente.

La situación era tan cómica como cruel. Para el adolescente de Minnesota o el contable sueco que pasaban su tiempo libre en RuneScape, morir en un combate virtual solo suponía perder la experiencia y objetos que habían acumulado, pero para un venezolano lo que estaba en juego era que su familia pudiera comer esa semana.

Este reinado del terror acabó cuando los usuarios ArepaMaster69 y SimonBolivar consiguieron unir a los jugadores latinoamericanos y anglosajones que estaban hartos y solo querían jugar normalmente.

El 9 de enero de 2020, convocaron a cientos de personas y dirigieron un ataque coordinado contra el clan. La mayor revolución digital de la Historia no la inició ningún hacker, sino cientos de estudiantes, fontaneros y oficinistas que, después de 3 horas de lucha, aniquilaron por completo a Reign of Terror.

5 años después, los jugadores aún recuerdan cómo faltaron a la escuela —o a su puesto de trabajo— por ser parte de esa revolución digital. Por defender su medio de vida.

Paradójicamente, esa victoria supuso el principio del fin, puesto que trasladó a RuneScape los problemas económicos que estaban sufriendo los venezolanos en la vida real.

Al acabar con todos sus enemigos, nada impedía a los venezolanos minar. Los 480 millones de monedas que obtenían cada 24 horas, multiplicadas por los 150 servidores que en ese momento tenía RuneScape, suponían inyectar 72.000 millones cada día en la economía del juego.

La misma hiperinflación que sufría Venezuela llegó al mundo digital. La cotización del millón de monedas de oro cayó hasta los 12 centavos y, para el usuario normal, el título se volvió injugable.

Por apenas un par de dólares, cualquiera podía adquirir objetos virtuales que le permitían derrotar fácilmente a un jugador que había invertido cientos de horas en el juego.

Jagex —la empresa detrás de RuneScape— intenta solucionarlo imponiendo un límite a la cantidad de oro que puede obtener un usuario al día y finalmente, tras detectar el uso de VPNs para sortear sus restricciones, baneando por completo a la comunidad venezolana. Terminaba así uno de los mejores ejemplos prácticos no ya de cómo funciona la economía sino, también, la psicología humana.

Porque si algo nos enseña esta historia es nuestra inagotable creatividad y resiliencia para resistir a las circunstancias más extremas.


También que, independientemente de nuestras ideas políticas, uno de los mayores dramas de nuestra sociedad es nuestra escasa cultura financiera.

En las escuelas debería enseñarse cómo funcionan los sistemas monetarios fiduciarios. Y que la inflación es un impuesto oculto a los ciudadanos y penaliza el ahorro. Y que el ahorro no solo es un colchón de seguridad ante futuros imprevistos sino también la única forma de alcanzar la libertad financiera.

Por lo que sea, ningún partido —de un signo u otro— encuentra nunca el momento oportuno para incluir esos conceptos en los planes de estudio. No finanzas personales básicas, sino el modelo económico que sostiene el sistema, las reglas del juego.

Sin conocerlas, lo normal es que perdamos siempre. En RuneScape y en la vida.



Bonilla goes jugón en la Bonilista 24/08/2025

  

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