Familia Campos Peña, ladrones de agua
Robar agua en el entorno de Doñana
es un buen negocio porque los terratenientes casi nunca pagan las
multas que les impone la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir,
incluso aunque las ratifique el Tribunal Supremo.
Detraer millones de
metros cúbicos de agua de manera ilegal apenas tiene consecuencias pese a
la acción sancionadora de los agentes medioambientales y la Guardia
Civil, y el grave daño ocasionado durante décadas al acuífero del Parque
Nacional, muy erosionado por la agricultura intensiva.
La familia Campos Peña, cinco hermanos latifundistas de la finca Hato Blanco Viejo en Aznalcázar (Sevilla), condenados el pasado septiembre a tres años y medio de cárcel por extraer de manera ilegal 19,4 millones de metros cúbicos de agua,
acumularon entre 1997 y 2013 un total de 14 multas millonarias, tres de
ellas ratificadas por el Tribunal Supremo.
Sin embargo, la Confederación
Hidrográfica no ha cobrado ni un céntimo de los 2,1 millones de euros
que suman estas tres últimas sanciones, según reconoce el organismo del
Ministerio para la Transición Ecológica. Este diario solicitó durante
meses conocer la cuantía finalmente cobrada a esta familia
terrateniente, y la confederación ha admitido su ineficacia para hacer
que los infractores paguen, en una respuesta escrita a través del Portal
de Transparencia.
Este caso es el más claro ejemplo de
una práctica habitual extendida entre los terratenientes: acumular
multas administrativas durante años, recurrirlas todas ante la justicia
para lograr el impago por prescripción, y en caso de condena, declarar
las sociedades agrícolas insolventes pese al continuo beneficio
económico que dan sus cosechas.
Hoy sus 1.044 hectáreas de arroz,
algodón y remolacha funcionan a pleno rendimiento. Y mientras, pese a
las condenas y multas de la propia confederación, este organismo sigue
dando y renovando permisos a los saqueadores del agua para regar, como
el último concedido en 2018. Una vez tras otra, ya que Doñana no tiene
voz para clamar por su ecosistema.
Al declararse
insolventes durante 16 años mientras producían grandes cosechas, el robo
del agua continuado por parte de estos hacendados sevillanos quedó
impune por partida doble: nada de los 2,1 millones del Supremo fue
cobrado, pero los agentes medioambientales también impusieron multas
administrativas e indemnizaciones por los daños causados al dominio
público hidráulico a través de 11 expedientes que suman 3,6 millones.
Tras recurrir por vía administrativa y judicial cada sanción de la
confederación, los Campos Peña lograron pagar solo 770.072 euros.
Es
decir, el 21% de las multas impuestas en un principio. En total, de los
5,7 millones que los terratenientes debieron haber pagado según la
Administración, solo abonaron 770.072 euros, el 13% del total.
En varias ocasiones, las multas impuestas acabaron en imposibilidad de
cobro: “Al igual que en casos anteriores, las gestiones recaudatorias de
la Agencia Tributaria terminan con la declaración del crédito
incobrable por la insolvencia del deudor, situación que es comunicada
por la Agencia Tributaria a la Confederación en marzo de 2013″, reza la
respuesta referente al expediente 564/04, que sumaba 93.984 euros.
En su sentencia, la jueza Isabel de Luque, titular del
Juzgado de lo Penal 14 de Sevilla y que condenó a los cinco hermanos,
destacó el “enorme beneficio” económico a costa de los intereses públicos y reprochó al organismo de Transición Ecológica su inacción:
“No es la conducta pública más o menos diligente la que es objeto de
enjuiciamiento, ni puede mitigar su eventual ineficacia controladora o
represiva la responsabilidad de los particulares”.
Además de la pena de
prisión, los empresarios deberán pagar 1,9 millones como indemnización
por el robo masivo de agua. Si la Audiencia y el Supremo confirman la
condena, los Campos Peña serán los primeros agricultores en entrar en
prisión por el expolio de agua en Huelva y Sevilla, ya que ningún otro
ha superado la condena de dos años de cárcel.
¿Es un
fraude declararse insolvente y seguir produciendo bajo otras sociedades?
“Para nada. Mis clientes no han movido su patrimonio en aras de evitar
posibles resoluciones judiciales, sigue siendo el mismo desde su
origen”, responde el abogado de los terratenientes, Juan Luis Pérez
Marín, que defiende su labor para aprovechar las grietas de la
garantista ley de aguas y la prescripción de delitos ante una farragosa
burocracia: “No tienen [los Campos Peña] un entramado de sociedades como
torticeramente apunta el Ministerio Fiscal. Solo se han limitado a
defenderse con éxito, ganado la inmensa mayoría de expedientes
sancionadores incoados, y de los que le han sido sancionados, se han
limitado a defenderse en ejecución de sentencia”, añade. “La Agencia
Tributaria fue en ocasiones muy torpe porque jugó la baza de la
responsabilidad mancomunada. Y todo en esta vida prescribe. Los temas se
suelen ganar por las formas, no por el fondo”, opina.
Un sistema inoperante
Una
de las sentencias favorables a los hacendados provocó que la
confederación cambiara el sistema de valoración del daño medioambiental y
desde entonces lo regulara por orden ministerial, ya que los altos
cargos del ministerio carecían de competencias para regular mediante
informes propios los daños al medio ambiente.
Fuentes del caso reflexionan sobre las maniobras legales que
dificultan o impiden el cobro de las multas a los expoliadores del robo
de agua junto a Doñana: “Algo falla en el sistema cuando se siguen
haciendo concesiones que tienen multas por pagar por cientos de miles de
euros y expedientes administrativos abiertos en confederación”. La
jueza definió la captación ilegal de agua como “sistemática, ambiciosa,
de carácter industrial y mantenida durante años”, lo que provocó que el
nivel freático del acuífero bajara hasta 15 metros.
Un
antiguo cargo de este organismo echa sal a la herida y bajo anonimato
reprocha al ente que vigila la salud de los acuíferos su poca voluntad
para atacar al bolsillo de los saqueadores: “Dentro de la casa se
percibe que no hay interés por cobrar. Ha habido favoritismo hacia Hato
Blanco Viejo, que se maneja bien con la derecha política, y Hato Ratón
Viejo [finca contigua], que se maneja bien con los altos cargos de la
izquierda porque son muchos parcelistas”. Este exresponsable es muy
crítico con el nivel de influencia que han ejercido los terratenientes
sobre la cúpula del organismo, dirigido por Joaquín Páez, exdelegado de
Medio Ambiente socialista de Chiclana (Cádiz). “Son fincas colindantes
que han extraído agua de forma ilegal y han ido a llorarle a la derecha y
a la izquierda, que les perdonan por similitud. La obligación de
confederación es vigilar que no haya detracciones ilegales y cobrarles.
Mientras no les cobraban, les seguían dando permisos. Es toda una
mentira colosal que nadie se ha atrevido a parar”, censura.
Muchos involucrados en la mafia del agua
El
bufete de los Campos Peña está dirigido por Eduardo Arenas, hermano del
senador, exministro e histórico líder del PP en Andalucía Javier
Arenas. La condena a tres años y medio de cárcel a cada hermano de esta
familia terrateniente por el expolio de agua está recurrida ante la
Audiencia de Sevilla, que se pronunciará en breve sobre si amplía,
reduce o mantiene la pena.
El comisario de aguas de la Confederación
Hidrográfica del Guadalquivir, Alejandro Rodríguez González, expresó en
una conversación grabada en 2020 su clara connivencia con los dirigentes de la Comunidad de Regantes del Viar,
pese a los desmanes que ya había denunciado el presidente del jurado de
riegos de esa comunidad: “No voy a denunciar porque quiera la mayoría y
luego a la policía, le sentó fatal, por qué tienen que mentir si el tío
ha llevado las cosas bien (…) Tanto a Confederación como al Viar nos
interesa que este tipo de cosas no prosperen, ¿Qué necesidad hay?”, dijo
en una charla informal. La conversación fue grabada por un testigo que
remitió el archivo a la Guardia Civil, la cual lo incorporó al sumario
que investigaba el Juzgado de Instrucción 18 de Sevilla y que contó con
nueve detenidos -entre ellos el expresidente Manuel Romero-, a los que
delataron los pinchazos telefónicos.
El técnico Francisco Chaves Gil admitió gravísimas irregularidades
ante los agentes, como haber puesto en peligro la vida de personas tras
llenar dos balsas con cuatro millones y medio de metros cúbicos,
superando el límite permitido y sin plan de prevención. Pero luego se
desdijo en el juzgado.
La jueza María José Moreno requirió en 2022 a la confederación
documentación relevante y la entidad podía haber remitido copias de los
consumos, recibos y transferencias bancarias por parte de los regantes
concesionarios a su comunidad. Sin embargo, esta documentación nunca
llegó al juzgado por parte del organismo de Transición Ecológica. Hace
un año, la jueza dio carpetazo a la investigación al alegar entre otros
motivos que el envío de jamones pata negra a los funcionarios de la
confederación por parte de la cúpula de la Comunidad del Viar no eran un
“pago, recompensa o contraprestación a algún favor”.
Fuente: El País
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