Los jouhatsu
"Es tabú, algo sobre lo que no puedes hablar. La gente puede desaparecer porque hay otra capa por debajo de la sociedad japonesa. Cuando alguien desaparece, todos saben que encontrará una manera de sobrevivir".
En todo el mundo, desde Estados Unidos a Alemania o Reino Unido, hay cada año personas que deciden desaparecer sin dejar rastro, abandonando sus hogares, trabajos y familias para comenzar una segunda vida.
A menudo lo hacen sin siquiera mirar atrás.
En Japón, a estas personas se les conoce como los jouhatsu (蒸発)
El término significa "evaporación", pero también se refiere a personas que desaparecen a propósito y ocultan su paradero, a veces durante años, incluso décadas.
Desde una deuda ineludible hasta matrimonios sin amor, las motivaciones que empujan a los jouhatsu a "evaporarse" varían.
La razón por la que la gente decide huir de sus problemáticas vidas es la ruina financiera, pero a menudo también por razones sociales.
El término comenzó a usarse en los años 60 para describir a las personas que decidían desaparecer.
Las tasas de divorcio eran muy bajas en Japón, por lo que algunas personas decidían que era más fácil levantarse y abandonar a sus cónyuges que afrontar los procedimientos de divorcio elaborados y formales.
Pero muchos, independientemente de sus motivos, recurren a empresas que les ayuden en el proceso.
Estas operaciones se denominan servicios de "mudanzas nocturnas", un guiño a la naturaleza secreta del proceso de quienes quieren convertirse en un jouhatsu.
Estas compañías ayudan a las personas que quieren desaparecer a retirarse discretamente de sus vidas y pueden borrar su rastro en la matriz, proporcionarles alojamiento en ubicaciones desconocidas o mudanzas de muebles en mitad de la noche con discreción.
Protegidos por la ley
¿Es posible desaparecer sin dejar rastro y sin que nadie pueda buscarte de un día para otro? En Japón, sí. Las leyes de privacidad blindan a los johatsu y les dan la posibilidad de cambiar de nombre, dirección y vínculos profesionales sin revelar la nueva identidad a terceros.
Sólo la policía podría tener acceso a estos datos sellados si demuestra que son pertinentes en una investigación criminal. Para ello, basta con informar a la Administración nipona y justificar los motivos de la decisión.
El cambio de datos personales también blinda todos los movimientos bancarios. Ni detectives privados ni familiares directos pueden rastrear los pagos del ser querido 'evaporado'. Los legisladores en Japón respetan por encima de cualquier otra consideración el derecho de una persona a desvanecerse.
Las personas desaparecidas pueden retirar dinero de los cajeros automáticos sin ser descubiertas, y los miembros de la familia no pueden acceder a videos de seguridad que podrían haber grabado a su ser querido mientras huía. La policía no intervendrá a menos que exista otra razón, como un crimen, nota de suicidio o un accidente.
Todo lo que la familia puede hacer es pagar mucho a un detective privado. O simplemente esperar.
Un tabú en la sociedad
A muchos de los jouhatsu, aunque hayan dejado atrás sus vidas, la tristeza y el arrepentimiento les sigue acompañando.
Hombres y mujeres que desaparecen por la vergüenza que llevan sobre sus hombros. Familias que, a su vez, y cuando sospechan que el miembro que ha desaparecido lo ha hecho por voluntad propia, no lo denuncian a las autoridades por sentir ese mismo temor a ser criticados por la sociedad. Esto se confirma cuando se comprueba que según las estadísticas oficiales del Gobierno apenas 2.000 personas desaparecen al año sin dejar rastro o sin regresar a los pocos meses de su periplo.
Según la Asociación de Apoyo a la Búsqueda de Personas Desaparecidas de Japón, son cifras fuertemente infrarepresentativas de la realidad, más cercana a 100.000 desapariciones anuales.
También hay que considerar que quitarse la vida sigue siendo la principal causa de muerte entre los hombres y mujeres de 22 a 44 años, (el suicidio por stress laboral se llama Karoshi) por lo que desaparecer se antoja como una solución menos drástica. Mejor desaparecido que muerto, podemos concluir.
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