Tecnofeudalismo con Varoufakis
El controvertido concepto de tecnofeudalismo sugiere que hemos pasado
del capitalismo a algo aún peor: una nueva era con inquietantes
características feudales.
Desde esta perspectiva, los capitalistas
dependen ahora principalmente del poder político establecido y de las
rentas para extraer capital. De confirmarse, esta forma de extracción
feudal representaría un drástico alejamiento de los mecanismos
convencionales del capitalismo.
Y, lo que es más importante, marcaría un
alejamiento de los atributos fundacionales del capitalismo, como la
competencia y la innovación.
Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas de Grecia, publicó recientemente Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo, un libro en el que ofrece agudas reflexiones sobre el auge del “capital en la nube” y las transformaciones más recientes del capitalismo. Conversamos con él sobre su arriesgada teoría y sobre qué podemos esperar en el futuro inmediato.
En Tecnofeudalismo (Deusto, 2023), sostiene
que el capitalismo provocó su propia desaparición, pero no en las
formas que había esperado Marx. El capitalismo tiene sus contradicciones
–fundamentalmente en el antagonismo entre capital y trabajo– y, sin
embargo, esas contradicciones parecen haber producido una mutación quizá
peor de lo que cabría esperar. ¿Cómo se suicidó el capitalismo y qué lo
está sustituyendo?
Este libro encaja perfectamente en la tradición político-económica
marxista. Lo escribí como parte de la erudición marxista. Así que, desde
mi perspectiva marxista, es un libro trágico de escribir.
Las contradicciones del capitalismo no condujeron a la resolución
esperada en la que, tras todos estos siglos de estratificación de
clases, la sociedad quedaría destilada en dos clases, listas para un
duelo a muerte. Este enfrentamiento decisivo entre opresores y oprimidos
debería haber desembocado en la liberación de la humanidad, en la
emancipación de la humanidad de todo conflicto de clases. En lugar de
ello, este enfrentamiento entre el capitalista –la burguesía– y el
proletariado terminó en la victoria completa de la burguesía,
especialmente después de 1991.
En ausencia de un contendiente como el sindicato –la clase obrera
organizada–, el capitalismo entró en una evolución dinámica omnipresente
que provocó esta transformación en lo que yo llamo “capital-nube”. Esta
transformación representa efectivamente el fin del capitalismo
tradicional. Ha matado al capitalismo, una evolución que encarna una
contradicción marxista-hegeliana, pero no el tipo de contradicción que
hubiéramos esperado.
El capital-nube ha matado a los mercados y los ha sustituido por una
especie de feudo digital en el que no solo los proletarios sino también
los burgueses producen plusvalía para los capitalistas vasallos. Están
produciendo rentas. Están produciendo rentas en la nube, porque el feudo
es ahora un feudo en la nube, para los propietarios del capital en la
nube.
El capital-nube ha creado un tipo de poder que los marxistas debemos
reconocer como estructural y cualitativamente diferente del poder
monopolista de gente como Henry Ford, Thomas Edison o los grandes
barones merodeadores. Porque esas personas concentraban el capital,
concentraban el poder, compraban gobiernos y mataban a sus competidores
para vender sus cosas. Los capitalistas de la nube actuales ni siquiera
se molestan en producir nada y vender sus cosas. Esto se debe a que han
sustituido a los mercados, no solo los han monopolizado.
Si el capitalismo, por definición, se basa en el mercado y en los
beneficios, esto ya no es capitalismo, porque no se basa en el mercado.
Se basa en plataformas digitales más próximas a los feudos tecnológicos o
feudos en la nube, impulsados por dos formas de liquidez. Una es la
renta de la nube, que es lo contrario del beneficio, y la otra es el
dinero del banco central, que financió la construcción del capital de la
nube. Y eso no es capitalismo.
Puedes decidir llamarlo capitalismo si quieres, si redefines el
concepto de capitalismo y si dices que todo lo que procede del poder del
capital es capitalismo, pero no es el capitalismo tal como lo hemos
conocido. Parafraseando a Spock en Star Trek: “Es la vida, pero no la vida tal como la hemos conocido”.
Creo que es importante pasar de la palabra “capitalismo” a otra cosa,
lo cual es muy difícil de hacer, porque todos estamos apegados a la
idea de que luchamos contra el capitalismo. Después de todas esas
décadas sintiendo que hemos venido a este planeta para derrocar al
capitalismo, es realmente muy difícil para un idiota como yo venir y
decir: “Pero esto ya no es capitalismo”. Me responden: “Vete. Claro que
es capitalismo. Si no es socialismo, debe ser capitalismo”. Esto es lo
que me dijo un compañero marxista. Y me morí de risa porque recuerdo lo
que dijo Rosa Luxemburgo. Si no es socialismo, es barbarie.
Si el tecnofeudalismo ha sustituido al capitalismo, como
afirmas, también ha dado lugar a la aparición de “siervos de la nube” y
“proletarios de la nube”, equivalentes modernos de los siervos y
proletarios de los que se habla en otros contextos históricos. ¿En qué
se diferencian estas clases contemporáneas de sus homólogas en el modelo
capitalista tradicional?
Desde una perspectiva marxista, la respuesta sencilla es que los
siervos de la nube producen directamente capital con su trabajo
gratuito. Esto no ha ocurrido nunca antes. Los siervos del feudalismo
producían mercancías agrícolas. No producían capital: este dependía de
los artesanos que producían herramientas, aperos, arados y similares. En
cambio, los usuarios modernos contribuyen a la formación de capital
simplemente interactuando con las plataformas, ofreciendo mano de obra
gratuita para aumentar el capital en nube del capitalista. Esto nunca ha
ocurrido bajo el capitalismo.
El tecnofeudalismo sigue dependiendo profundamente del sector
capitalista, reflejando la dependencia del capitalismo de los sectores
agrícola y feudal para su sustento. Y al igual que el capitalismo
necesitaba al feudalismo para asegurarse el suministro de alimentos, el
tecnofeudalismo es parasitario y obtiene un apoyo esencial del sector
capitalista para mantenerse.
Así pues, el sector capitalista sigue siendo esencial. Produce todo
el valor: por eso este análisis es decididamente marxista. Toda la
plusvalía se produce en el sector capitalista, pero luego es usurpada.
Se la apropia este capital mutante –el capital nube–, la mayor parte del
cual no es reproducido por los proletarios. Lo reproducen personas que
trabajan sin remuneración en su tiempo libre. Esto nunca ha ocurrido.
Por eso digo que esto no es capitalismo. Y no ayuda pensar en ello como
capitalismo, porque si te aferras a la palabra capitalismo, la mente no
puede comprender la gran transformación.
Ha dicho que el auge del tecnofeudalismo se debe a dos causas
principales: el “cercamiento” y la privatización de Internet, similar a
los pastos en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, y un flujo
constante y abundante de dinero de los bancos centrales, sobre todo
después de 2008. ¿Podrían haber sido diferentes las cosas?
Todo podría haber sido diferente. Eso es lo que nos enseñó David Graeber,
¿verdad? Y como personas de izquierdas tenemos que creer que nada
estaba planeado. De lo contrario, no creemos en la acción humana, y
entonces, ¿qué sentido tiene vivir? Mejor nos convertimos en mariquitas y
vemos pasar el mundo. Así que todo puede ser siempre diferente. El
contrafactual histórico siempre es interesante, pero no puedo hacerlo.
Realmente no puedo hacerlo. Es decir, intenté hacerlo mucho en mi libro
anterior, que era una novela de ciencia ficción política llamada Otra realidad
(2021). De hecho, creé otra línea temporal en la que en 2008, con
Occupy Wall Street, hicimos las cosas de otra manera y logramos la
transformación socialista. Es un bonito juego mental, pero no creo que
sea históricamente relevante.
¿Cómo podrían haber cambiado las cosas? Podrías decir que la
privatización de Internet era inevitable porque vivimos en el
capitalismo. Y que el capitalismo tiene esa capacidad de devorar e
infectar toda zona libre de capitalismo. Por eso nunca podría alinearme
con el socialismo utópico, como el de Robert Owen en el siglo XIX. A
pesar de sus esfuerzos por crear zonas libres de capitalismo, la
historia demuestra que el capitalismo inevitablemente invade y corrompe
estos espacios. No es posible que bolsones de socialismo sobrevivan
mucho tiempo dentro del capitalismo.
Sostiene que el tecnofeudalismo parasita al capitalismo. Si
es así, el tecnofeudalismo seguirá necesitando la existencia de la
producción capitalista clásica. Amazon sigue necesitando fabricantes
para construir bienes que vender en su plataforma. Uber y Tesla
necesitan vehículos físicos. ¿Cómo funcionará esta relación a largo
plazo en un orden tecnofeudal?
Una vez más, debo aclarar este punto. El capitalismo de los siglos
XVIII y XIX, cuando surgió, derrocó al feudalismo, pero necesitaba al
sector feudal para seguir produciendo alimentos porque, de lo contrario,
todos moriríamos. Por eso digo que el capital era parasitario del
sector agrícola feudal. Por tanto, no es que uno muera y el otro viva.
Lo que ocurre es que el capital asume la hegemonía del sistema, pero es
parasitario del sistema anterior. Este es un análisis marxista,
histórico y materialista estándar.
Ahora bien, lo que ocurre es que en el centro del tecnofeudalismo hay
un sector del capital que es absolutamente necesario. El sector del
capital es el único que produce valor –valor de cambio en términos
marxistas–, pero los propietarios de ese capital, del capital a la
antigua usanza, son vasallos de los capitalistas de la nube. Sus
beneficios son esquilmados. Así que la plusvalía es sustraída del flujo
circular de ingresos por los capitalistas de la nube.
Esto hace que el sistema sea aún más inestable, aún más propenso a
las crisis, y aún más contradictorio e incluso menos viable de lo que
era el capitalismo. Esto es lo que digo en el libro: que la toma del
poder del capital-nube –la sustitución del capitalismo por el
tecnofeudalismo– está haciendo que nuestras sociedades sean más
conflictivas. Se están volviendo más estúpidas, más envenenadas y menos
capaces de dejar espacio en ellas a la socialdemocracia, al individuo
liberal, a los valores que incluso la derecha amaba bajo el capitalismo.
La izquierda nunca ha estado en contra de la idea de libertad;
nuestra crítica radica en la restricción de la libertad a unos pocos
elegidos. Pero ahora incluso esta forma limitada de libertad está
amenazada, por lo que las contradicciones se agravan. Sigo esperando que
quizá estas tensiones crecientes empujen a la humanidad hacia un
enfrentamiento decisivo entre el bien y el mal, entre los opresores y
los oprimidos. Pero la catástrofe climática que se aproxima rápidamente
conlleva el riesgo de alcanzar el punto de no retorno antes de que se
produzca tal resolución. Así pues, tenemos mucho trabajo por delante, y
la humanidad se enfrenta a la extinción a menos que nos arremanguemos.
Dedica mucho tiempo a argumentar que la renta usurpa el
beneficio. Pero, ¿no es el sueño de todo “capitalista” vivir de rentas?
¿Qué capitalista quiere realmente ser capitalista? A mí me parece que
todo capitalista quiere ser rentista.
Bueno, la época en que los capitalistas querían ser capitalistas
terminó hace mucho tiempo. Confío en que a Henry Ford le gustara ser
capitalista de la misma manera que, de un modo extraño y completamente
distorsionado, a Rupert Murdoch le gusta ser periodista, aunque haya
hecho tanto por destruir los periódicos. Pero estas personas están
muertas o van a ir al infierno. Así que sí, los capitalistas no quieren
ser capitalistas, especialmente aquí en Europa, especialmente en mi
país. Todos los capitalistas, y he conocido a bastantes, han dejado de
ser capitalistas; se han convertido en rentistas.
La diferencia es que los capitalistas que se estaban convirtiendo en
rentistas, hasta la aparición del capital en nube, estaban esencialmente
transfiriendo su capital social a otros o posiblemente a capital
privado. Estos antiguos capitalistas obtenían rentas de los beneficios
monopolísticos de estas empresas capitalistas altamente concentradas.
Pero gente como Jeff Bezos y Elon Musk realmente quieren hacer lo que están haciendo. Quieren ser capitalistas de la nube o cloudalists,
como yo los llamo. Eso les gusta mucho. Estas personas, un poco como
Thomas Edison, aman lo que hacen. No son como los rentistas ordinarios.
No son como los nobles del pasado. No son como los capitalistas que ya
no quieren ser capitalistas. Estas personas son entusiastas, tienen
mucho talento y, por desgracia, son muy inteligentes. La combinación de
su empuje y el poder exorbitante del capital en la nube que poseen crea
una forma muy poderosa y concentrada de poder en la nube, que debemos
tomarnos muy en serio.
El fin del sistema de Bretton Woods transformó el capitalismo
global y, en última instancia, hizo posible el tecnofeudalismo, entre
otras cosas. ¿Podríamos imaginar un Bretton Woods contemporáneo modelado
según el molde de un multilateralismo profundamente igualitario y un
sistema financiero socialista?
Claro que sí. Por eso escribí mi libro anterior. Otra realidad
imagina exactamente eso. Presenta un nuevo sistema de Bretton Woods
inspirado en la propuesta original de John Maynard Keynes –rechazada por
Harry Dexter White y la administración Roosevelt– fusionado con un
marco socialista democrático. Este marco se diseñó para la
redistribución continua de la renta y la riqueza del Norte al Sur,
principalmente en forma de inversiones ecológicas. Así pues, he trazado
todo esto y puedo responder a tu pregunta sobre cómo podrían funcionar
las cosas hoy en día, con las tecnologías que tenemos, si los derechos
de propiedad estuvieran distribuidos equitativamente, que es a lo que
creo que deberían aspirar los socialistas. Pero esa era mi
fantasía-política. En cambio, este libro trata de lo que nos ocupa.
En lo que refiere a alternativas, ha propuesto alguna vez una
suerte de sistema de billetera virtual del banco central con dividendos
mensuales. ¿Cómo funcionaría?
Bueno, técnicamente es muy fácil. Se puede hacer en una semana porque
es muy sencillo. Imagina algo así como un archivo Excel, guardado por
la Reserva Federal, en el que en cada fila haya un único residente en
Estados Unidos. Y cuando se realiza un pago, el valor correspondiente se
transfiere de una celda a otra, representando al pagador y al
beneficiario. Sería gratuito, instantáneo y anónimo. Creando una
separación entre los operadores del software y las identidades
de los individuos, identificados solo por códigos similares a las
direcciones de Bitcoin, podría garantizarse la privacidad. Y podrían
establecerse controles y equilibrios para garantizar que el Estado no
está vigilando lo que hace todo el mundo.
Fuente: Jacobin
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