El fín de la evolución biológica

P. ¿Cómo han cambiado las cosas desde la primera vez que entró a un laboratorio? 

R. ¡Buf! No tiene nada que ver. Yo soy médico, no hice una formación académica en Química, Física o Matemáticas. Soy ginecólogo. Y me encantaban los partos. Pero pensar que te ibas a dedicar toda la vida a eso me parecía un poco triste. 

P. ¿Se aburría? 


R. Me aburría porque un parto se parece mucho a otro. ¡Los partos me encantaban, eh! Y la envidia que me dan las mujeres de poder crear vida… La verdad es que hubiera querido ser mujer porque lo más grande que hay en la especie humana es el hecho de que una mujer sea capaz de crear un cuerpo distinto con un genoma distinto dentro de su cuerpo y no generar anticuerpos contra él; y, además, amamantarlo, que viva de ella. Eso es increíble. Los hombres son superfluos, innecesarios, desde el punto de vista biológico, de la especie. Ahora, naturalmente, los hombres son casi tan importantes como las mujeres porque lo que cuenta es el cerebro, ya no hay evolución. 

P. ¿Ya no hay evolución? 

R. El ser humano no evoluciona ya porque la medicina y los cuidados hacen que el que no tiene capacidad para competir biológicamente, siga adelante y tenga hijos. El genoma humano ya no evoluciona, involuciona. Más bien estamos creando malos genomas porque permitimos que todo el mundo, con el defecto que sea, miopía o lo que sea, se reproduzca y tenga hijos. Para la evolución es clave que el que no esté bien preparado, casque y no tenga hijos. Si no, no hay evolución. 

P. ¿Los avances de la ciencia para mejorar la salud de las personas van en contra de la evolución humana? 

R. La especie humana ya no evoluciona genéticamente, evoluciona culturalmente. La evolución que hay es cultural, a base de crear conocimiento, de domesticar la naturaleza, de mejorar todos los problemas... Y la prueba es que lo que evoluciona ahora es la inteligencia artificial, los ordenadores, pero no el cerebro humano.

P. ¿Tiene algún peligro que el ser humano no evolucione más, como dice usted? 

R. Evoluciona mal. Cada vez hay más gente con defectos genéticos porque se tratan, se mejoran y se puede vivir. Estamos involucionando físicamente, pero evolucionando culturalmente y eso es una evolución más potente, más rápida. 

P. ¿Salimos ganando o perdiendo con este cambio? 

R. En principio nos sale a ganar, con el peligro de que somos demasiados. O sea, lo peor que ha aportado la medicina a la Tierra es que somos demasiados humanos. Somos una plaga y nos estamos cargando el mundo. El mundo no se lo cargan las especies salvajes, lo hacemos nosotros con nuestras fábricas, nuestras ciudades, que son una monstruosidad total, la negación de la naturaleza, la contaminación. Es una cultura que puede llevar al fin del mundo de esta especie y está acercándose a eso. A largo plazo, salimos perdiendo. 

P. ¿Qué propone? 

R. No lo sé. Habría que controlar la natalidad y reducir el número de humanos. Antes eso se hacía con guerras, pero ahora ya no hay guerras de ese tipo que exterminen a tanta gente. 

P. Quizás tampoco es la mejor opción, ¿no? 

R. Era lo que había. Y ahí había un poco de selección también por eso. Pero ahora no hay nada de eso.  P. ¿Echa de menos la selección natural? 

R. No la echo de menos, constato lo que está pasando. Yo no la echo de menos porque me parece que era brutal y el hombre tiene posibilidad de hacer algo distinto.


De una entrevista a Miguel Beato, Director del Centro de regulación genómica entre 2001 y 2011

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